Una escuela de tambores para mantener las tradiciones y resistir al despojo del territorio
Rafael Ramos fundó una escuela gratuita en Cartagena (Colombia) para que cientos de jóvenes se conecten con un acervo ancestral que estaba languideciendo con la muerte de los grandes maestros y les ofrece alternativas
“La escuela, además, se convirtió en una manera de vincularlos con el territorio, hacerles valorar sus tradiciones y la riqueza de esas tierras que lentamente han sido capitalizadas por proyectos hoteleros y que, en un proceso de gentrificación, han ido borrando los rasgos característicos de la población que allí ha habitado. Enseñar el espíritu del tambor fue una manera para que los estudiantes reconocieran la autonomía de su territorio” Rafael Ramos.
La Boquilla, un barrio de pescadores con duros indicadores de pobreza extrema.
“La escuela se convirtió en una manera efectiva para que los niños y jóvenes de esas zonas fortalecieran las prácticas culturales vivas de su comunidad ancestral, pero además que se apropiaran de sus derechos culturales, del derecho a la educación, a una educación étnica, a ser autónomos en su territorio y además que hubiera una inclusión productiva: un empleo cultural a partir de los activos de la comunidad para involucrar a más miembros” Rafael Ramos.
Waidis Ortega y Yoel Londoño pronto aprendieron y se apropiaron del tambor. Entonces Rafael los invitó a que se volvieran maestros y empezaran a enseñar a los niños de su comunidad para que así tuvieran sus primeros ingresos. “Ahí fue cuando me di cuenta de que la escuela no solo tenía como propósito mantener la tradición musical, sino que podía ser un espacio de estudio, de formación, de construcción de comunidad que ayudara a los más jóvenes a transformar su presente”
La escuela pronto terminó moviéndose del todo al barrio La Boquilla y se convirtió en Tambores de Cabildo de la Boquilla. Con una convocatoria que le llevaba a tener más de 50 alumnos por promoción, el gran reto era encontrar un modelo productivo que le permitiera seguir subsistiendo de forma gratuita y empleando a los jóvenes que ella misma formaba en la música.

Para eso Rafael creó dos unidades productivas: por un lado, crearon una experiencia de clase de tambor para que los turistas que visitaban Cartagena conocieran la escuela, tuvieran la oportunidad de tocar y aprender algo de este instrumento que había llegado de África y a la vez pudieran recibir un concierto de los estudiantes de los diferentes cursos de la escuela.
En medio de sesiones de mucho baile, gozo y diversión, este modelo posibilitaba que todo ocurriera en un espacio seguro y de contención haciendo que fueran los turistas y no los jóvenes los que se movilizaran para tener una inmersión cultural.
Texto escrito por Angelica Gallón y tomado de: https://elpais.com/america-colombia/2024-04-28/una-escuela-de-tambores-para-mantener-las-tradiciones-y-resistir-al-despojo-del-territorio.html#?prm=copy_link

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